viernes, 26 de octubre de 2007

La despedida de una gran lider

RUGBY PUMA



PARIS.- "La victoria pertenece al más perseverante", dijo alguna vez Napoleón Bonaparte, y la frase también es bienvenida para categorizar la campaña mundialista de un hombre que admira y se inspira en la obra del ex militar francés. Por sus conceptos revolucionarios, por su espíritu conquistador y hasta por su lucidez como estratego, los que "combaten" con él por la transformación del rugby, lo bautizaron Napoleón. Agustín Pichot, el gran general de los Pumas, guió a un ejército de valientes hacia el tercer escalón del universo ovalado y ahora medita sobre un posible paso al costado.



Después de 12 años de vestir el uniforme celeste y blanco, ceder el mando es su deseo, al menos por estas horas, cuando la excitación por la proeza comienza a mermar, aún con el cuerpo tibio por el rigor de las batallas en la Copa.



En la fría tarde de otoño en París, la ciudad que supo gobernar con su jerarquía, Ficha, que se quedó en esta capital junto con Juan Martín Hernández y Felipe Contepomi para asistir a la ceremonia anual de la International Board, pasó por Los Inválidos -donde descansan los restos de Napoleón- y en un recorrido se dispuso a hacer un balance del suceso Puma. "Tengo un sentimiento de tranquilidad muy lindo. Tal vez porque ya empecé a hacer el duelo o a imaginarme cómo va a ser esto, habiendo siendo el de Francia, posiblemente, mi último partido en el seleccionado. [Se toma unos segundos para seguir.] O al menos, siendo el último partido con grandes objetivos y con una etapa que se terminó, como lo fue la de los entrenadores", comienza la charla el N° 9 de la Argentina (¿o el ex N° 9 de la Argentina?).






-Entonces, ¿lo tenés resuelto? ¿No jugás más en los Pumas?






-No; creo que puede haber algún partido, uno de despedida Pero no es bueno dramatizar sobre si es o no mi último partido. No voy a decir: "Me retiro", porque, en definitiva, para tomar una de las decisiones más importantes de mi vida, como es ésa, me prometí al menos que iba a tomarme un tiempo para estar tranquilo, esperar que todo pase, para terminar bien conmigo mismo y ver realmente si éste el momento. Hoy, todo dice que sí. Mi corazón y mi alma me dicen que éste es el final, que después de toda la entrega, de todo lo que hicimos, ya está. Y gracias a Dios terminé en un muy lindo nivel, tanto dentro de la cancha como fuera. Buscábamos ser campeones del mundo, pero conseguimos hacer un Mundial espectacular y, además, me queda el orgullo de haber sido parte de este equipo. La verdad, fue un placer increíble.






-¿Qué valor le das al tercer puesto que lograron?






-Esa es la parte más dura, porque en realidad no festejo un tercer puesto. Y no lo digo con arrogancia ni mucho menos. Creo que el objetivo de ser campeones, que en un momento parecía irreal o alocado, sinceramente lo sentía así. Yo creo que para todo lo que hacés en la vida tenés que ir bien alto; por eso te digo que me siento muy bien conmigo mismo, porque no tengo más nada que ir a buscar. Me pasa que no me quedan muchas motivaciones como para mejorar, y eso un deportista tiene que asimilarlo. Pero, por otro lado, sacando el egoísmo personal, la parte de uno, la familia, amigos y esas cosas, existe eso de que cuando ves la camiseta te dan ganas de jugar. Eso es siempre así. Entonces, se presenta esa dualidad de lo racional, de la búsqueda de un objetivo concreto y querer mejorar, y por el otro lado está lo pasional, el placer de jugar los 80 minutos. Estas dos cosas son las que se tienen que combinar, equilibrar, para tomar la mejor decisión posible.






-¿Junto con tu posible alejamiento de los Pumas también se acerca el final de tu carrera?






-Sí, sabés que lo de Racing-Metro es un año para jugar, pero vale más por el proyecto. Es una de las experiencias que me gustan a mí, de hacer grande de nuevo a un club con mucha historia. Son esas locuras que tengo, porque la vida sin exigirte, sin buscar más y sin crecer, es chata.






-Pero me cuesta creer que los más experimentados se vayan y se desentiendan del todo del equipo.






-No, no creo que dejemos así nomás la selección. Ahora va a empezar la época de la transición, y ojalá se quede Banana [Daniel Baetti] y que haya gente de primera, como Tati [Santiago Phelan] o el Chino [Fabián Turnes] siendo parte. O pueden estar los que quieran colaborar y tengan ganas de ser parte de esta historia. Se viene el momento de que los más jóvenes empiecen a tomar el liderazgo que nosotros ya dejamos. Todo el mundo nos dice que tenemos que seguir involucrados, pero ahora nace una nueva historia, nace un nuevo grupo, y esperemos que sea con los mismos valores que éste.






-¿Qué te deja este Mundial?






-Haber sido parte de un gran equipo; haber sido parte de un momento histórico del rugby argentino; haber escrito una página muy importante con sangre; pero no con sangre por el tono bélico, sino por la entrega, por la pasión. Te repito lo que dije durante todo el Mundial: este equipo no es el mejor del mundo, pero cuando sale a la cancha, deja absolutamente todo, y un poco más también.






-¿Creés que este tercer puesto puede ser el principio de un gran cambio?






-Esto recién empieza. Pero tenemos que cambiar muchísimo en la cabeza para dejar de pelear tanto por ideas, por estilos. Deberíamos trazar una línea y decir todos juntos tratemos de llegar al mismo lugar . Todo sin perder la identidad, como tiene que ser. Pero es hora de que los argentinos nos respetemos un poco más, que respetemos el juego por sobre todas las cosas y tratemos de llegar al lugar que el rugby argentino se merece. Porque lo que se logró en este Mundial no fue sólo gracias a la voluntad y a la enorme entrega de un grupo de 45 personas, además de los 11 que también estuvieron en la preparación hasta último momento. También se fundamentó en la educación que vivimos en nuestros clubes, de parte de nuestros padres y entrenadores, y de la disciplina que aprendimos al venir a jugar a Europa. Para ser parte del alto nivel internacional hay que conocer el sistema, esto no puede estar ligado a decisiones de amigos, o decisiones políticas, porque así no llegás a ningún lado.



Se empieza a despedir Pichot, el líder de la mejor generación. Le cuesta decir adiós, pero tampoco está tan seguro de que no se calzará nunca más la camiseta nacional. Los que disfrutan de su talento estarán de acuerdo con algunas nuevas funciones suyas, para poder retribuirle en casa todo lo que hizo por el seleccionado. Sería el paseo triunfal de Napoleón bajo los simbólicos arcos del reconocimiento, la mejor ofrenda para el general de la revolución Puma.

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