lunes, 22 de octubre de 2007

Sudafrica derroto a Inglaterra


RUGBY PUMA


Se consagró con una marcha invicta y sobreponiéndose a todos los obstáculos tras ganarle a Inglaterra por 15 a 6; Montgomery, autor de 12 puntos.
PARIS.- Se sobrepuso a todos sus obstáculos con determinación, categoría, entonces no hay cuestionamientos que le puedan restar merecimientos. Sudáfrica reconquistó el trofeo Webb Ellis con una campaña sin derrotas y un comportamiento brillante desde la estrategia, porque resolvió cada compromiso como mejor le convino; su proceder se acomodó de manera impecable a las características del adversario de turno. Por eso, se erigió como justo campeón. Su recorrido invicto, incluidas dos victorias inapelables ante los defensores del título, resulta inapelable. Lo que sí se puede resaltar, fuera de la altísima eficiencia, es que no siempre o en contadas ocasiones los flamantes monarcas del universo ovalado desplegaron el mejor juego. En el choque decisivo, por ejemplo, fueron verdugos de los ingleses con la idéntica fórmula con la que éstos eliminaron a Australia y Francia: una defensa impenetrable, el recurso del kick como método para progresar en el campo y la certera puntería de su pateador, Percy Montgomery, autor de 12 puntos (el otro penal fue de François Steyn) de la consagratoria victoria por 15-6 ante los británicos. Esta vez, Wilkinson estuvo anulado por el feroz trío Burger, Smith y Rossouw, y nada pudo hacer -erró dos intentos de drop- para rescatar a los de la Rosa del encierro en el que cayeron. Los ya ex campeones prevalecieron en casi todas las cuestiones técnicas del encuentro, pero no hubo caso: todas sus ideas parecieron diminutas ante la gigantesca fortaleza de los Boks. Las estadísticas favorecen por amplio margen a los perdedores, 55% de posesión y 56% de dominio territorial. Sin embargo esa ventaja no les alcanzó para imponer condiciones. El único punto flojo, que más que nada se debió a la estupenda capacidad de Matfield, un especialista del juego aéreo, se vio en el line, formación en la que los ingleses perdieron siete de sus lanzamientos. Otro dato representativo de lo que quiso hacer uno y el otro se advierte con la claridad suficiente en el análisis de los aperturas. Mientras Wilkinson habilitó a sus backs en 21 ocasiones, Butch James solamente lo hizo 6 veces y pateó la pelota unas 15. Como ocurrió en toda la segunda etapa del certamen, porque en la rueda clasificatoria sí que arriesgó, los sudafricanos trasladaron el balón hacia las puntas cuando la oposición no era tan asfixiante y cuando se vio en ese escenario, James se ocupó de poner distancia con sus patadas tácticas. A los Pumas se les cuestionó que en el debut sólo apostaron por sacarse de encima la obligación de jugar, obligándolo a Hernández a patear sistemáticamente, y ahora Jake White condujo a su selección hacia la gloria máxima con la misma fórmula. Una ironía o más razones para elogiar la producción de los argentinos. Como en la mayoría de las finales, no hubo demasiada lucidez y sí una celosa preocupación por no ceder ni siquiera un centímetro en la pulseada física. Fue un simposio de tackles, de choques cuerpo a cuerpo. Los jugadores, devenidos casi en autómatas, se golpearon permanentemente, tratando de así hacer retroceder a su oponente, pero a ambos les sienta bien esa exigencia. La otra diferencia determinante para el éxito quedó graficada en la contundencia para definir; mientras que los ingleses hicieron todo el desgaste por llegar al in-goal, de hecho no fue convalidado un try de Mark Cueto en la segunda parte porque el wing tocó la línea de touch, los sudafricanos anotaron en cada aproximación. Esa excelencia sustentada en tres principios básicos, como la presión, la paciencia y el aprovechamiento para convertir en las oportunidades que se les presentaron, les permitieron estar al frente permanentemente, excepto durante nada más que tres minutos en el período inicial (en el 3-3). Desde esa regularidad y efectividad aplastante, los flamantes reyes dominaron a cuanto adversario se le cruzó por el camino en la tierra francesa. Esa prestancia no la exhibió ningún otro, entonces, nadie mejor que los sudafricanos para quedarse con el cetro. John Smit elevó al cielo el oro del reconocimiento como los N° 1, y París les rindió tributo a los nuevos gobernantes del rugby. Otra vez el Norte claudicó frente a la magnificencia del Sur, y desde hace unas horas todos empezaron a vivir bajo el reinado de los magnánimos sudafricanos.

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